Un fin de semana estival. La federación ciclista de la provincia organiza una carrera entre pueblos aprovechando los días festivos.

La seguridad en el recorrido es coordinada por el Director de la Prueba, junto con la Comandancia de la Guardia Civil, Protección Civil y Urgencias 112.

Todo transcurre con normalidad. Los ciclistas van haciendo kilómetros, jaleados por los aficionados desde las cunetas.

En un momento determinado, aparece en escena un agricultor que, montado en su todo terreno, quiere ir a su casa y para ello pretende cruzar por la zona acotada al tráfico, dado que en ese momento circulaban los ciclistas.

No obstante lo anterior, el citado agricultor seguía obcecado en que quería pasar, fuera como fuera. Inquirió al miembro de Protección Civil que guardaba la zona para que se apartase o le atropellaba. Este consiguió zafarse por los pelos.

El citado personaje llegó al segundo cinturón de seguridad, donde estaba ubicado el Director de Carrera. Siguió los mismos pasos, es decir, amenazó al Director con que o se quitaba o le atropellaba. En este caso, no se quitó, por lo que el personaje no dudó en arrollarle.

Ahora se encuentra privado de libertad durante una larga temporada, pero lo peor es que el accidentado sufre lesiones y secuelas graves, fruto únicamente de la sinrazón de ese personaje.

La conclusión es que si tenemos la desgracia de toparnos alguna vez con algún energúmeno similar, no conviene nunca enfrentarse a él por mucha razón que tengamos, porque nuestra vida es demasiado valiosa para desaprovecharla así.

La compañía aseguradora de la prueba deportiva ya dispone de un completo dictamen pericial gracias al cual podrá determinar las implicaciones que han existido en el siniestro, y el posible porcentaje de responsabilidad afectado, defendiendo nuestra posición en sede judicial.